sábado, 29 de marzo de 2014

La tormenta; por Bert Hellinger.


“A veces se arma una tormenta. 
Entonces hablamos de la tranquilidad que antecede a la tormenta. Cuando se desata, se abre paso por la fuerza y, al hacerlo, 
a menudo deja tras de sí una huella de destrucción, sobre todo si viene acompañada por fuertes aguaceros e inundaciones.
El opuesto de la tormenta es la brisa suave. 

También ella pone algo en movimiento y trae la lluvia suave, 
aquella que penetra profundamente en el terreno. 
También en las relaciones entre personas 
y pueblos a veces se desata una tormenta. 
Por ejemplo, en una guerra o en una revolución, 
y deja una huella de devastación. 

También aquí la tranquilidad que antecede 
a la tormenta es engañosa. 
Estas tormentas se desatan sobre nosotros 
como fuerzas de la naturaleza.

Los movimientos suaves entre personas y grupos
 que tienen un efecto benefactor porque penetran 
profundamente en el alma son movimientos creativos del espíritu. 
Por ejemplo, la Ilustración o la gran poesía y música, 
a pesar de que también ellas pueden volverse tormenta. 

A menudo se desata una tormenta por una injusticia. 
Hablamos entonces, por ejemplo, de una tormenta de indignación. También ella viene acompañada por destrucción y nuevas injusticias. Suave es, por el contrario, 
el amor que mira por encima de ciertas injusticias. 
Une aquello que está en peligro de romperse y sana heridas antiguas. Permite que el sol brille para los buenos y los malos 
y permite que caiga la suave lluvia sobre los justos y los injustos. También lo creativo a veces se abre paso como una tormenta que barre con algo para que lo nuevo pueda imponerse.

Esa tormenta nos arrastra.
Da alas y empuja a muchos que aún dudan por delante de ella
hasta que también ellos permitan que ésta los lleve.
También hay tormentas en nuestra alma, tormentas destructivas,
estallidos de ira y furia y de desesperación y miedo.
 ¿Cómo las encaramos antes de que produzcan
 un daño irreparable?

Nos mantenemos quietos, sin actuar, hasta que se apacigüen.
Se desencadenan con violencia porque no encuentran salida como para poder tranquilizarse.
¿Cómo les abrimos una compuerta por la que puedan escapar?
Mirando hacia afuera, escuchando hacia afuera, 
yendo hacia otras personas 
y brindando un servicio que nos une con ellos.

Aquí hablamos de la tormenta en el vaso de agua. 
No bien escapa, puede hacerse aire.
Incluso la tormenta más violenta se apacigua luego de un tiempo. 
Sólo necesitamos esperar. Tanto más benéfica, 
experimentamos la quietud que le sigue. 

En ella respiramos aliviados. 
Es como el atardecer después de un día tormentoso.
Nos sucede algo similar luego de una vida tormentosa.
Se apaga en plenitud. Miramos hacia adelante
y ansiamos tranquilidad.

¿Esa tranquilidad llega cual viento suave, 
cual lluvia suave que penetra profundamente 
y permite que germine y se despliegue algo nuevo?

Porque para el movimiento tampoco aquí hay un final.
Todas las tormentas son pasajeras. Avanzan impetuosamente
antes de aquello que les sigue. 
A eso venidero se dirige nuestra mirada y nuestra esperanza. 
¿Cómo? 
Serenamente."

Bert Hellinger;  "Plenitud. La mirada del Nahual".

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