jueves, 20 de agosto de 2015


“Se da en muy raras ocasiones en este planeta que la pareja se comporte como un par de cómplices transgrediendo conscientemente y de forma permanente sus leyes. El matrimonio ya no es lo que era, sin embargo la inmensa mayoría de las parejas la forman enemigos que tratan de destruirse amablemente. 

El hombre trata de destruir ese espejo de su parte femenina a base de aburrimiento o infidelidades, y la mujer intenta destruir al macho que ella misma lleva dentro por el procedimiento de descubrirlo. Hombre tratando de reducir a la mujer y viceversa. Cópulas sadomasoquistas o competidores en la obsesión por los honores y reconocimiento social, pero jamás compañeros en el arte de sentir la vida y zafarse del destino. 

Cuando llegan a alcanzar el Paraíso aparecen los reproches, como expresión de los miedos a gustar, a repetir, a perder. Relaciones parentales jamás aceptadas. Qué difícil es para un hombre admitir que su madre fue la primera mujer y viceversa, y que no hay absolutamente nada de malo en ello, salvo condicionamientos culturales. 

Admitiéndolo, todo lo demás tiene una explicación tan fácil que desaparecen los traumas, los complejos y las obsesiones y ni la mujer trata de destruir al hombre ni viceversa. Pero entonces la sociedad se quedaría sin esclavos y desaparecería la cultura: los seres libres, como los animales, no necesitan cultura”


Juan Trigo; “El retorno de Vivianne. Amantes en el Paraíso”  

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