domingo, 27 de septiembre de 2015

El Copal y su humo sagrado


El copal es una resina que se obtiene de un árbol originario de Mesoamérica, del género Bursera, considerado sagrado y medicinal por las culturas ancestrales. En la época prehispánica se le conocía como copalquáhuitl, “árbol de copal”, y a la resina como copalli. 

El copal y las “lágrimas de copal” era utilizada por los antiguos mayas en sus ceremonias religiosas. En la actualidad, es el incienso que usado por todos los brujos y chamanes en sus “limpias” y rituales. 


Hoy día, la técnica para extraer la resina varía según el producto que se desee obtener. El llamado “copal de piedra o goma” se recolecta de la corteza del árbol, y el “copal blanco o santo” se extrae de forma muy similar a como se hace con el hule y el chicle: mediante cortes diagonales a lo largo del tronco o rama del árbol, de modo que caiga. Generalmente, se recolecta en una penca de maguey colocada bajo la última incisión.

El copal quemado sobre carbones exhala un exquisito aroma, pero son sus propiedades espirituales las que le dan su gran valor, ya que el copal descarga el cuerpo astral, desprendiendo y eliminando todo tipo de parásitos adheridos al mismo, lo que le coloca entre las sustancias más poderosas para liberar y limpiar.

La simple inhalación de los aromas del copal nos relaja mental y fiscamente, permitiéndonos pensar con claridad. El copal activa la sensibilidad -y cualidad de la piel-, y el sistema bronquipulmonar.

Como suelo ir a México al menos una vez por año, me abastezco de copal de Tepoztlan, una zona boscosa sagrada. Mi mentalidad occidental me hace valorar mucho el copal en varillas, que es muy fácil de encender y manejar, aunque también aprecio mucho las piedras de copal blanco.

La tradición enseña diversos modos de empleo, pero la más sencilla para liberar de cargas negativas es “soplar” el copal sobre el cuerpo de la persona, desde la cabeza hacia los pies -de frente- en forma recta, y ascender en zigzag (imitando el desplazamiento de una serpiente). Luego se sahuma debajo de los brazos abiertos en cruz, y se repite en la parte posterior del cuerpo.


En cambio, para “abrir los caminos”, el copal se sopla de frente y de atrás, moviendo el sahumador (“popoxcomi”) en forma de cruz de brazos iguales, pero partiendo del centro hacia afuera en cada movimiento.

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