domingo, 31 de julio de 2016

Padre, papá, papi, pa…




Carl Gustav Jung dió a conocer el término arquetipo cuando lo empleó para designar el modelo a partir del cual se configuran las copias. El arquetipo del padre combina el talento para crear, con la capacidad de proteger a los demás.

Tiene una función simbólica que nos remite a:

Identidad
Reglas
Herencia
Poder
Conquista
Protección
Provisión
Respeto
Límites
Orden
Logros
Disciplina
Trascendencia
Honor
Autoridad.

Según haya sido la relación con el padre, será la relación que cada persona pueda tener con estas cualidades a las que  les dará significados distintos de acuerdo a su experiencia.

Nina Canault en su libro sobre la función paterna: ¿“Comment paye-t-on les fautes de ses ancêtres”? (Cómo paga uno los errores de sus ancestros), hace referencia a una entrevista hecha a Didier Dumas, un psicoanalista especializado en el tratamiento de niños psicóticos, en la que el psicoterapeuta responde muchas dudas y preguntas sobre la relación padres-hijos.

El psicoanálisis le dedica un lugar muy importante al padre. Para Freud, el padre es el lugar en el que se forman los ideales con los cuales el niño construye mentalmente su futuro y crece. Para Lacan, el padre es aquel a través del cual llega la psicosis, en caso de que su función simbólica no haya sido reconocida en el seno de la familia.

Didier Dumas es un gran defensor de la función paterna aún en estos tiempos cuando esta función está perdiendo espacio en nuestra sociedad, tras haber sido una de las piezas clave de la organización jerárquica del poder y de la familia. Para él, acoger a un niño sin padre -tal y como lo favorecen hoy en día las leyes y la medicina- tiene consecuencias dramáticas para la psique humana.

Las mujeres que crían sus hijos ellas solas se ven obligadas a sustituir el padre por terapeutas. Una madre sin padre es, para un niño una situación sin puerta de salida. Si uno lo es todo para su madre, y viceversa, será muy difícil dejarla sin que se produzca cierto drama.

A nivel global, nuestra sociedad sufre una carencia espiritual cuya primera manifestación es la exclusión del padre. El individuo no puede ser completo si se considera a sí mismo solamente como el producto del cuerpo de su madre. El hombre y la mujer transmiten tanto el cuerpo como el espíritu. La madre se relaciona más con el cuerpo físico, ya que el niño se forma en su vientre y tiene un contacto estrecho con su propia carne.

En cambio, el padre es especialmente responsable de la construcción mental. Ya que no puede llevarlo en su vientre, sólo dispone de su cabeza para poder acogerlo, concibe al hijo como el producto de intercambios y transmisiones mentales. El padre determina la rectitud, la conciencia y el honor.

Si, en el seno de una pareja, la mujer no puede soportar o le disgusta que su hijo se identifique con el padre; si ella ya no está enamorada del padre de su hijo, la consecuencia es que la conexión mental queda rota. El padre al no poder hablar de estas cosas con su mujer, pierde el medio que le permite darse cuenta si su hijo se identifica con él.

De esta manera, la madre impedirá al niño construirse mentalmente, le impedirá pensar y comportarse de forma autónoma, ya que la identificación con el padre es la que modela esto.

Cuando un padre da su nombre a su hijo, no se limita a cumplir son una simple formalidad sino que lo está acogiendo en su psique, para que pueda echar raíces en la suya. Le ofrece un lugar a partir del cual el niño podrá establecer sus límites, sus ideales y su propio poder.

La construcción mental del niño sigue las mismas pautas que la del cuerpo, se elabora en base a unos materiales psíquicos recogidos desde el exterior: las palabras y pensamientos de sus progenitores. Si la madre no le proporciona al hijo un padre con el cual identificarse, corre el riesgo de no poder ser nada más que la fotocopia de su mamá.

Lo que permite a un niño ser él mismo y evolucionar es la posibilidad de extraer materiales psíquicos, tanto de su padre como de su madre, para luego poder proseguir esta búsqueda fuera de su familia e identificarse con todos los seres humanos. Pero en un principio, todo se apoya sobre el derecho a identificarse con el padre.

Aquí es donde las mujeres encontramos muchas dificultades; no le pedimos a los hombres que sean padres, sino que nos ayuden a ser madres. En fin de cuentas, les pedimos que se hagan cargo de las carencias que tenemos de nuestras propias madres. Cuando tenemos hijos, repetimos a la propia madre y esa carga que ponemos en la relación le impide a nuestros hombres ser auténticos padres.

Así llegamos a una situación cuya gravedad no debe subestimarse: el número de familias monoparentales es cada vez mayor, sin contar con el hecho de que uno de cada dos niños no vuelve a ver a su padre tras el divorcio de sus progenitores.

Las creencias materialistas han contribuido a disolver muchos pensamientos saludables con relación al arquetipo del padre. La paternidad ha sufrido una degradación en el seno de la familia, actualmente nadie parece saber a ciencia cierta para qué sirve un padre. La ciencia también ha contribuido, reduciendo al padre a unas gotas de esperma que se utilizan para que una mujer pueda ser madre, sin ninguna consideración hacia el padre.

El paso del estado de hombre a  padre no es tenido en cuenta en nuestra cultura. En cambio, es común que la mujer que está embarazada sea sostenida en su transformación por la pareja, la familia, los amigos, su médico y la sociedad en general. Tampoco suele ser respetado el duelo de un hombre cuya pareja ha decidido abortar en contra de la opinión de él .

Hoy día existe una alianza oculta entre las madres y los médicos, que ha relevado el tradicional dúo entre los sacerdotes y las devotas del siglo XIX, que en su momento dejaba a un lado a los padres.

Que las madres se apoyen en la Iglesia, en la medicina o en las leyes, en vez de hacerlo en el hombre con el que han concebido a su hijo, conduce irremediablemente a un incesto virtual madre-hijo en el cual el padre es excluido. Todas estas fórmulas llevan al niño a ser la única fuente de placer y satisfacción de su madre.

Todos venimos de un padre y una madre. Solo cuando hemos podido "tomarlos" completamente a ambos, nos sentiremos completos. Para quien lo ha logrado, la vida es un lugar seguro y amoroso donde nos realizamos y expresamos a plenitud.


¡Feliz día de los padres!

jueves, 28 de julio de 2016

24 Señales de que vas bien...



La mayoría de nosotros está mejor de lo que se reconoce a si mismo. Usualmente, estamos haciéndolo mejor de lo que creemos Estamos tan ocupados con los afanes diarios, que se nos pasa tomar un tiempo para reconocernos, agradecernos y motivarnos a nosotros mismos.

Este listado puede funcionar para que hagas una revisión rápida de tu vida:.

1. Tus relaciones tienen mucho menos drama que antes.
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2. Puedes no tener todo el dinero que los demás o tú desearían, pero vives una vida próspera.

3. Puedes pedir la ayuda y apoyo que necesitas.

4. El lugar en donde vives es un hogar.

5. Haz subido tus estándares.

6. Dejas ir las cosas que no te hacen sentir bien.

7. Los momentos en los que aprecias lo que ves en el espejo son frecuentes.

8. Estás trabajando en limitar a tu crítico interno, o elegir conscientemente pensamientos más positivos.

9. Has aprendido que el fracaso y los obstáculos son parte del crecimiento personal.

10. Tienes un sistema de apoyo que incluye a personas que harían cualquier cosa por ti.

11. Escuchas “Te quiero” frecuentemente de tus amigos, familia o pareja.

12. Haz aceptado lo que no puedes cambiar, pero cambiado lo que no puedes aceptar.

13. No te quejas demasiado, sino que te enfocas en encontrar soluciones.

14. No culpas a tus padres, y los tomas tal y como son.

15. Estás feliz cuando tu (s) pareja (s) les va bien.

16. Puedes celebrar el éxito de otros.

17. Te permites sentir tus emociones, y te sientes cómodo compartiéndolas.

18. Tienes pasiones que llenan de energía tu vida.
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19. Eres capaz de aceptar cumplidos sin desviarlos.

20. Tienes cosas que aprecias.

21. Tienes metas que se han cumplido.

22. Tienes empatía por otros.

23. Te sientes conectado a tu trabajo.


24. Amas profundamente, y puedes abrirte y ser amado por otros.

miércoles, 27 de julio de 2016

Un buen hombre, un buen marido, un buen padre.


“El sueño del héroe, es ser grande en todas partes
y pequeño al lado de su padre”.

Víctor Hugo

Dentro de pocos días, en República Dominicana estaremos celebrando el día de los padres. El escritor estadounidense de origen italiano Mario Puzzo, autor de la obra maestra El padrino dijo:”Un hombre que no sabe ser un buen padre, no es un auténtico hombre”. Asentir, respetar, valorar, honrar y amar al hombre que nos dió la vida es fundamental para tener éxito en lo que sea que emprendamos.

Todos las personas nacemos de un hombre y una mujer a los que llamamos padres.Ambos forman parte de nuestras vidas, y no me refiero sólo a un hecho biológico. El padre y la madre están presentes en todas las etapas de nuestro desarrollo, estén físicamente presentes o no.

Lo que le quitamos a los padres nos lo quitamos a nosotros mismos. Todo hijo es mitad su madre y mitad su padre. Cada uno completa vitales aspectos de nuestra psique.Aunque socialmente reconocemos el papel esencial de la madre en la vida de los hijos, el padre es igual de importante.

Gracias a la mirada del amor, podemos tener en el alma una visión diferente del padre, para decir: “Yo tomo a mi padre como persona, tal como es  sin cambiarle nada”. Bert Hellinger, creador de las Constelaciones Familiares dice: “Tomando a la persona que es mi padre, tendré su plenitud en mí”.

Esta es una importante diferenciación; no tomo a mi padre desde un lugar de crítica o en la carencia de lo que me niega, más bien conecto mi alma con la de él y lo tomo completo. El publicista y autor de bestseller estadounidense Michael Levine dice: “Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista”. 

¿Qué nos hace juzgar con tanta dureza a nuestro padre? Si como hija no puedo tomar a mi padre, entonces estaré perdida y tampoco podré sostener ninguna relación duradera, ni alcanzar el éxito. Lo principal es ver al padre tal cual es y con todo lo que tiene, con lo que me agrada y lo que no. Ante cualquier hecho desagradable de la vida con mi padre le digo: “Sí, así fue y lo incorporo con todo el desafío que representa para mí. Haré algo bueno con lo que he tomado de ti. Te reconozco y te tomo como una importante fuente de fuerza, sea como fuere nuestra historia. Sin ti no estoy completa papá”.

Ser la primogénita de mi padre no fue fácil. Él era un hombre perfeccionista, exigente y muy firme. Al mismo tiempo, en la misma medida en que empecé a ver a mi padre tal como fue, mi vida empezó a fluir, a tener sentido, a ser brillante, mas allá de los enredos creados por las relaciones entre mi madre y él.

El escritor Dan Brown, autor del Código da Vinci dijo: “Ningún amor es más grande que el de un padre por su hijo”. Sé que mi padre me amó mucho del modo en que sabía y podia hacerlo. Comprendo que mi padre no actuaba solo. Él era el resultado de la historia de la pareja que le dió origen, de su lugar en la hermandad como primogénito, de su cultura, su generación, su clase social y sus vivencias.

Cada padre es perfecto como es. Hace unos días, un amigo me invitó a compartir un rato en casa de su primogénita Natalia. Lo conocía como un hombre cariñoso, trabajador, divertido, responsable, honesto, sencillo y leal, pero ver el amor y dedicación que tiene con su hija tocó mi corazón de un modo especial. Un par de horas de interacción lo agrandó ante mis ojos.

El orden natural es que un buen hombre puede ser un buen marido, que se puede transformar en un buen padre. Pero, ¿puede un hombre fracasar en su relación de esposo y ser un buen padre? Mi respuesta es sí, y cuando lo logra está en capacidad de ser un buen compañero para otra mujer. Si la esposa siguiente consigue mirar con agradecimiento a la madre de los hijos de su pareja, entonces la unión con él tiene un chance.

El cómico norteamericano Bill Cosby dijo: “Tener un hijo quizá sea el acto más bellamente irracional que pueden realizar dos personas que se aman”.  Cada historia de padres e hijos es un milagro de amor. Si tienes tu padre vivo, ¡disfrútalo! Si tienes tu padre muerto, ¡hónralo con tu vida y tu felicidad!


 Este domingo, habrán pasado casi 6 años desde que mi padre falleció. Le llevaré los girasoles que le gustaban, le encenderé una luz y le diré: “papá tomo la vida con fuerza, honrándote, respetándote y asintiendo al destino que me corresponde por ser tu hija. Por favor, bendíceme si puedo crecer para tomar a mi hombre tal y como es… papá gracias…sí…por favor”

Por Karina Pereyra
Publicado en la Columna “Alas; diario de una libélula peregrina”
Periódico Hoy
25 de julio 2016