miércoles, 27 de julio de 2016

Un buen hombre, un buen marido, un buen padre.


“El sueño del héroe, es ser grande en todas partes
y pequeño al lado de su padre”.

Víctor Hugo

Dentro de pocos días, en República Dominicana estaremos celebrando el día de los padres. El escritor estadounidense de origen italiano Mario Puzzo, autor de la obra maestra El padrino dijo:”Un hombre que no sabe ser un buen padre, no es un auténtico hombre”. Asentir, respetar, valorar, honrar y amar al hombre que nos dió la vida es fundamental para tener éxito en lo que sea que emprendamos.

Todos las personas nacemos de un hombre y una mujer a los que llamamos padres.Ambos forman parte de nuestras vidas, y no me refiero sólo a un hecho biológico. El padre y la madre están presentes en todas las etapas de nuestro desarrollo, estén físicamente presentes o no.

Lo que le quitamos a los padres nos lo quitamos a nosotros mismos. Todo hijo es mitad su madre y mitad su padre. Cada uno completa vitales aspectos de nuestra psique.Aunque socialmente reconocemos el papel esencial de la madre en la vida de los hijos, el padre es igual de importante.

Gracias a la mirada del amor, podemos tener en el alma una visión diferente del padre, para decir: “Yo tomo a mi padre como persona, tal como es  sin cambiarle nada”. Bert Hellinger, creador de las Constelaciones Familiares dice: “Tomando a la persona que es mi padre, tendré su plenitud en mí”.

Esta es una importante diferenciación; no tomo a mi padre desde un lugar de crítica o en la carencia de lo que me niega, más bien conecto mi alma con la de él y lo tomo completo. El publicista y autor de bestseller estadounidense Michael Levine dice: “Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista”. 

¿Qué nos hace juzgar con tanta dureza a nuestro padre? Si como hija no puedo tomar a mi padre, entonces estaré perdida y tampoco podré sostener ninguna relación duradera, ni alcanzar el éxito. Lo principal es ver al padre tal cual es y con todo lo que tiene, con lo que me agrada y lo que no. Ante cualquier hecho desagradable de la vida con mi padre le digo: “Sí, así fue y lo incorporo con todo el desafío que representa para mí. Haré algo bueno con lo que he tomado de ti. Te reconozco y te tomo como una importante fuente de fuerza, sea como fuere nuestra historia. Sin ti no estoy completa papá”.

Ser la primogénita de mi padre no fue fácil. Él era un hombre perfeccionista, exigente y muy firme. Al mismo tiempo, en la misma medida en que empecé a ver a mi padre tal como fue, mi vida empezó a fluir, a tener sentido, a ser brillante, mas allá de los enredos creados por las relaciones entre mi madre y él.

El escritor Dan Brown, autor del Código da Vinci dijo: “Ningún amor es más grande que el de un padre por su hijo”. Sé que mi padre me amó mucho del modo en que sabía y podia hacerlo. Comprendo que mi padre no actuaba solo. Él era el resultado de la historia de la pareja que le dió origen, de su lugar en la hermandad como primogénito, de su cultura, su generación, su clase social y sus vivencias.

Cada padre es perfecto como es. Hace unos días, un amigo me invitó a compartir un rato en casa de su primogénita Natalia. Lo conocía como un hombre cariñoso, trabajador, divertido, responsable, honesto, sencillo y leal, pero ver el amor y dedicación que tiene con su hija tocó mi corazón de un modo especial. Un par de horas de interacción lo agrandó ante mis ojos.

El orden natural es que un buen hombre puede ser un buen marido, que se puede transformar en un buen padre. Pero, ¿puede un hombre fracasar en su relación de esposo y ser un buen padre? Mi respuesta es sí, y cuando lo logra está en capacidad de ser un buen compañero para otra mujer. Si la esposa siguiente consigue mirar con agradecimiento a la madre de los hijos de su pareja, entonces la unión con él tiene un chance.

El cómico norteamericano Bill Cosby dijo: “Tener un hijo quizá sea el acto más bellamente irracional que pueden realizar dos personas que se aman”.  Cada historia de padres e hijos es un milagro de amor. Si tienes tu padre vivo, ¡disfrútalo! Si tienes tu padre muerto, ¡hónralo con tu vida y tu felicidad!


 Este domingo, habrán pasado casi 6 años desde que mi padre falleció. Le llevaré los girasoles que le gustaban, le encenderé una luz y le diré: “papá tomo la vida con fuerza, honrándote, respetándote y asintiendo al destino que me corresponde por ser tu hija. Por favor, bendíceme si puedo crecer para tomar a mi hombre tal y como es… papá gracias…sí…por favor”

Por Karina Pereyra
Publicado en la Columna “Alas; diario de una libélula peregrina”
Periódico Hoy
25 de julio 2016


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